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Afganistán: las cicatrices de la pobreza. Donde esta la ONU ante estos crímenes contra la humanidad

En Afganistán la pobreza deja una fea cicatriz en el costado de cientos de personas cuya única posesión valiosa se halla en el interior de su cuerpo: sus riñones. Y muchos no dudan en venderla para alimentar a su familia o saldar deudas. La provincia de Herat se ha convertido en una meca para enfermos de todo el mundo, en especial occidentales. No hay más que acudir a ciertos hospitales con una buena suma de dinero; la miseria y un equipo de médicos sin escrúpulos se ocupan de todo lo demás.

Muchas personas de escasos recursos venden sus riñones en Afganistán. Uno de los lugares donde se lleva a cabo esta práctica es la provincia de Herat, situada en el oeste del país, a donde acuden enfermos de todo el mundo, especialmente occidentales. El único requisito es pagar una buena suma de dinero.

Hace tres años, Ghulam Nabibulah, padre de cinco hijos, se vio obligado a vender uno de sus riñones por unos 3.000 dólares para saldar parte de sus deudas. Cinco de sus hermanos tuvieron que hacer lo mismo para ayudar a la familia.

«Nuestra religión no permite la venta de órganos. Atenta contra Dios. Atenta contra el islam», explica Agha Abdul Manan, miembro del consejo de ancianos del pueblo Shaidaye. «Por otro lado, lo que hace esa gente es comprensible: imagino que, en una situación desesperada, prefieren vender sus riñones antes que ponerse a robar o a matar gente», añadió.

«Te conviertes en minusválido»

Muchas personas de escasos recursos venden sus riñones en Afganistán. Uno de los lugares donde se lleva a cabo esta práctica es la provincia de Herat, situada en el oeste del país, a donde acuden enfermos de todo el mundo, especialmente occidentales. El único requisito es pagar una buena suma de dinero.

Hace tres años, Ghulam Nabibulah, padre de cinco hijos, se vio obligado a vender uno de sus riñones por unos 3.000 dólares para saldar parte de sus deudas. Cinco de sus hermanos tuvieron que hacer lo mismo para ayudar a la familia.

«Nuestra religión no permite la venta de órganos. Atenta contra Dios. Atenta contra el islam», explica Agha Abdul Manan, miembro del consejo de ancianos del pueblo Shaidaye. «Por otro lado, lo que hace esa gente es comprensible: imagino que, en una situación desesperada, prefieren vender sus riñones antes que ponerse a robar o a matar gente», añadió.

Otra víctima de esta situación es Ghulam Farooq. Hace un año a uno de sus hijos le dejó de funcionar uno de los riñones y se lo tuvieron que extirpar. El hombre se plantea vender el suyo para pagar el trasplante de riñón del niño. «Así se podrá recuperar, podrá ir a la escuela y a trabajar para poder labrarse un porvenir. Lo que me pase a mí no tiene importancia», sentencia.

Por su parte, Jillani Farhad, portavoz del gobernador de la provincia de Herat, asegura que no hay pruebas que avalen las acusaciones sobre tráfico ilegal de riñones. Asimismo, indica que se trata de un crimen penado, por lo que «todos los que hayan incumplido o estén incumpliendo la ley serán llevados ante la justicia».

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