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Bajo la lupa, pobreza en América Latina

Las disputas entre las diversas miradas a la pobreza en América Latina repercuten posteriormente en cómo se enfoca el fenómeno y se buscan soluciones, afirmó la doctora en Ciencias Sociológicas Geydis Fundora.

En exclusiva para Prensa Latina la también profesora titular de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Cuba explicó que la agenda académica, política y de los movimientos sociales pretende cambiar el análisis sobre el fenómeno de la pobreza, del empobrecimiento y de las personas empobrecidas.

Geydis-Fundora
Foto: Jose Tito Meriño

Es un elemento esencial para definir cómo posicionar las demandas para su transformación, en el entendido que la pobreza proviene de las desigualdades y estratificaciones injustas existentes en los modelos de desarrollo de América Latina, subrayó.

Resulta un fenómeno que reemerge según las diferentes manifestaciones sociales, por ejemplo, un disparador fue la pandemia de la Covid-19, pero no se debe confundir y responsabilizar a esa situación sanitaria con la pobreza, que no es más que una expresión de carácter estructural en la región.

Se trata de un hecho muy apegado a los modelos de desarrollo implementados en los países del área -productores del fenómeno de la pobreza-, lo cual se aprecia al analizar las formas de organización de la economía, la distribución de la tierra, los servicios o prestaciones, argumentó.

Existen, dijo, datos interesantes e impactantes que nos deben comprometer con su solución; resulta escalofriante que aproximadamente un tercio de la población de América Latina viva en condiciones de pobreza y el 13 por ciento en situación de pobreza extrema.

Ello representa que más de 200 millones de personas poseen ingresos insuficientes para cubrir sus necesidades básicas, y peor aún, más de 80 millones carecen de recursos, tan siquiera, para cubrir la canasta básica.

Aunque en el periodo 2003-2013 las investigaciones internacionales mostraban resultados sobre la reducción de la pobreza extrema, esta no desapareció pese a las diferentes reformas sociales generadas en aquel entonces por los gobiernos progresistas en el poder.

Entre las proyecciones de los objetivos de la Agenda 2030, amplió, se observaba la posibilidad de alcanzar las metas proyectadas, al menos, en más de un 50 por ciento. Sin embargo, la pandemia revirtió parte de los avances en la reducción de la pobreza, pero no fue la única causa, reiteró.

La Covid-19, enfatizó, añadió complejidad y profundidad a tendencias históricas en el continente, y mostró a la pobreza cruzada con otros elementos como las desigualdades de género, etarias, generacionales, étnicas, territoriales, o aquellas que afectan a personas en situación de discapacidad. Todas condiciones que agravan y refuerzan la situación de pobreza, remarcó.

Fundora resaltó dos ideas fundamentales: la primera es no observar ese flagelo como un estado centrado solamente en los individuos que viven en esa condición, sino entenderla como un proceso de empobrecimiento al existir en paralelo con otros de enriquecimiento.

Esto se encuentra dado en cómo se organizan las dinámicas de distribución de la propiedad, del patrimonio, del trabajo, o de la organización de los cuidados, amplió.

El otro enfoque importante, indicó, es entender a la pobreza como un efecto de cómo está organizada la estructura socioclasista latinoamericana, igualmente marcada por esos modelos de desarrollo.

POLÍTICAS PÚBLICAS

La forma de elaborar las políticas públicas, de presupuestar, de destinar recursos económicos y la voluntad política para atender el fenómeno determinarán los resultados, acotó.

Igual ocurre al establecer los objetivos para las diferentes estrategias, ya sean erradicar,  mitigar o reducir, pues el verbo marcará la intención y la cantidad de recursos a emplear.

Por ejemplo, mitigar representa compensar efectos, y aunque se reconoce y asume el problema es considerado sin solución, por tanto, los esfuerzos estarían destinados a mejorar; otros análisis solo se enfocan en la pobreza extrema, y entonces surgen medidores para determinar quién clasifica o no.

La discusión abarca hasta la calidad o el repertorio de acciones atendiendo a las diversas situaciones de pobreza, con sensibilidad para captar las diferencias étnicas, raciales, etarias, generacionales y de género.

Pero si las políticas públicas no atienden esos elementos, difícilmente lograrán revertir el fenómeno y si, además, no eliminan las causas estamos más lejos aún, apostilló la experta.

Hasta existen trampas dentro de los tecnicismos, incluso ideológicas, funcionales para determinadas clases sociales que precisamente aportan el capital con vistas a los estudios de las personas víctimas de ese mal social.

En qué tipo de enfoque están interesados, quiénes se benefician de la pobreza, son algunas preguntas claves para entender el porqué de unos estudios y otros no, inquirió la investigadora.


Algunas visiones son victimizantes -basadas en la lástima-, alivian la situación pero no la transforman y, además, contribuyen a reforzar y legitimar la estructura socioclasista, e incluso a naturalizar la pobreza.

Otro elemento de análisis para eliminar la pobreza sería lograr una mejor redistribución de las riquezas, y garantizar que pequeños grupos no se apropien de lo producido socialmente.

Al observar con lupa, empiezan a despatarse diferentes elementos, reflexionó Fundora.

AGENDA 2030 Y POBREZA

Lo interesante, comentó, es que la asunción de gobiernos progresistas en América Latina logró impulsar políticas sociales universales, y en algunas se avanzó en la cobertura de ciertas necesidades. De ahí que el ritmo de reducción de desigualdad y pobreza mostraba comportamientos relativamente positivos.

Fruto de los efectos de los acumulados, la situación cambió con la llegada a la región de gobiernos de derecha, y ello implicó retrocesos en materia social, unido al impacto negativo de la Covid-19, aseveró Fundora.

No se puede reducir pobreza sin disminuir desigualdades; se puede mitigar, aliviar algunos indicadores cuando el Estado tiene un sistema de asistencia social fuerte basado en una política fiscal que permita la captación de más ingresos de quienes concentran mayores riquezas.

Pero sin la trasformación de desigualdades de género, raciales, étnicas, discriminación por discapacidad (una de las estadísticas más invisibles), realmente no se transformará la situación de pobreza.

En opinión de la investigadora, en las políticas existen en cuatro niveles:

Las más universalistas tienen una visión más homogénea, un enfoque poblacionista acrítico -para toda la población-, pero llegado un momento se estancan sus efectos.

Dado el caso, requiere la creación de nuevas políticas porque la movilidad positiva llega a un punto y puede ocurrir el acaparamiento de oportunidades de aquellos mejor posicionados, pero son proyecciones válidas y necesarias.

Según Fundora las acciones universales deben complementarse con otras que atiendan de manera específica a sujetos en desventaja, denominadas universalismo sensible a las diferencias, universalismo crítico.

Luego, políticas sensibles a la heterogeneidad, aquellas que diferencian necesidades como pueden ser las de adultos mayores, niños y niñas. Sin embargo, no afrontan la desigualdad al no problematizarla, plantea que somos diversos y por tanto la estructura de opciones debe responder a ello.


En el tercer nivel están las promotoras de movilidad ascendente individual, que observan la desigualdad, las desventajas de determinados grupos sociales, género, ruralidad, empleo informal, la responsabilidad de un hogar y una sobrecarga en materia de ingreso.

En ese caso se encaminan a empoderar económicamente a esa persona, estarán focalizadas en individuos, hogares, y ayudan a los sujetos de la política para que tengan las condiciones y las aprovechen.

Pero no significan la erradicación del fenómeno, ni tampoco implican soluciones permanentes o sin recaídas, y aunque no erradican las causas del problema, al menos ya problematizan la desigualdad.

Y por último la política de universalismo crítico sensible a las diferencias pero ya con una problematización de la desigualdad, aborda las causas estructurales. Ejemplo: el fin de mi política es transformar la estructura de empleo.

Pero traducir el planteamiento a resultados es más difícil debido a la escasez de recursos estatales, o requiere una transformación revolucionaria o radical, lo cual generaría conflicto de intereses porque estamos hablando de la concentración de capitales, del uso del trabajo ajeno mal pagado.

En todo caso la atención a la situación de pobreza debe ir acompañada de atención a las vulnerabilidades y a las desigualdades, concluyó.

Agencia Prensa Latina

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