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El infierno de los migrantes venezolanos en la selva del Darién

La llegada de desplazados del país sudamericano al inhóspito territorio que separa Colombia y Panamá aumenta exponencialmente: más de 28.000 personas desde enero, según las autoridades migratorias

El vídeo muestra a unos migrantes venezolanos que entre sollozos relatan las penalidades de su paso por el Darién. Esta impenetrable selva tropical ubicada entre Colombia y Panamá se ha convertido en un embudo para buena parte de los flujos que, desde Sudamérica, buscan abrirse camino a una nueva vida, habitualmente en Estados Unidos. Grabaciones como estas, difundidas a través de las redes sociales, son cada vez más frecuentes. El famoso “tapón” del Darien, un territorio tupido y hermético, constituye todo un reto de supervivencia para las caravanas de migrantes desesperados del hemisferio.

Las narraciones de quienes emprendieron este camino aseguran que no es insólito encontrar cadáveres, o personas agonizando que esperan ayuda, a lo largo del recorrido. En varias ocasiones han circulado informaciones de niños que llegan a puestos de atención de Naciones Unidas sin sus padres, o padres sin sus hijos. Los migrantes consiguen restos de equipaje y ropa que encuentran abandonada en la selva.

El trayecto es de unos 200 kilómetros. Varias personas han sido asaltados por grupos ilegales o explotados laboralmente durante un tiempo para permitirles continuar. Hay coyotes que pactan el recorrido. Así se llaman estos enlaces de organizaciones criminales que facilitan el paso a cambio de dinero. En algunos puntos específicos, hay comerciantes que se han organizado para ofrecer bebidas y otros productos a quien lo necesite. Algunos migrantes han denunciado que los guías los hacen transitar caminos fangosos e insalubres para ralentizar el recorrido y procurar venderles cosas. El costo de la travesía, que puede incluir algunos tramos en lanchas sobre ríos encabritados, ronda, como mínimo, unos 500 dólares por persona.

Las historias de la selva del Darién se han multiplicado en las últimas semanas en Venezuela. Desde hace un año, además, ha aumentado el flujo de venezolanos residentes en otros países de la región que migran por segunda vez, desde Perú o Ecuador, huyendo de la xenofobia y el desempleo. “De enero a junio de 2022, han cruzado la selva del Darien más de 28.079 venezolanos, casi el 60% del total de migrantes que emprende ese recorrido, de acuerdo con los datos que nos aporta el Servicio Nacional de Fronteras de Panamá”, afirma David Smolansky, dirigente opositor en el exilio, comisionado de la Organización de Estados Americanos para la atención de migrantes y refugiados. Los flujos migratorios del Darién incluyen también a cubanos, haitianos, y en menor medida, ecuatorianos y bolivianos. Y hace tan solo un año, en 2021, apenas el 2% de los migrantes del Darién eran venezolanos.

“Se producen cortes de energía, fallas en las plantas de potabilización, los servicios están colapsados, hay carencia de combustible y escasez de efectivo. La población migrante está hacinada, están pernoctando en la lluvia, la alimentación escasea, no tienen dónde conectar sus teléfonos para avisar a sus familias que salieron de la selva”, explica por teléfono Marisol Quiceno, responsable desde el terreno de Asuntos Humanitarios de Médicos Sin Fronteras para Colombia y Panamá.

“Hay situaciones recurrentes, familias que se dividen, gente que adopta hijos que están perdidos. Personas que se ahogan en los ríos, que mueren deshidratados, de infartos”, afirma el diputado opositor Marco Aurelio Quiñones. El impacto de las noticias del Darién ha sido alto y ha provocado la inusual respuesta de Diosdado Cabello, segundo hombre al mando en el chavismo, en su programa televisivo Con el mazo dando. Para Cabello, las informaciones del Darién forman parte de una campaña orquestada por una oposición extremista en contra de la revolución bolivariana, que busca recaudar dinero a organizaciones internacionales “para robárselo”.Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.SUSCRÍBETE

“Los utilizan como un número, como una estadística, no les interesa el nombre, la familia, sino el número ¿por qué? Porque el número es lo que les permite cobrar plata. Usted se convierte en un número… ¿Dónde queda eso? Eso hay que mostrárselo a la gente en un mapa, esa es la frontera entre Colombia y Panamá, eso está lejísimos de Venezuela, en todo caso ¿quién debe custodiar eso ahí? Eso es un problema de ellos en esa zona, que se lo quieren tirar a Venezuela”, lanzó Cabello.

“Aquí todo es dinero”

César Quijada vio muchos vídeos y leyó comentarios en un grupo de Facebook sobre ese recorrido. Reunió 1.250 dólares y el 1 de julio salió de Venezuela decidido a llegar a Estados Unidos. Le tocó como a decenas de miles de migrantes que se mueven hoy del sur al norte atravesar el tapón del Darién. “Estuve siete días esperando que saliera una lancha en Capurganá, pero no salió ninguna y me tocó hacer la selva completa”, relata por WhastApp desde algún lugar de Honduras. “La crucé en seis días y solo tomé uno de descanso, pero no se lo recomiendo a nadie. Mi grupo quería quedarse más días descansando, pero yo preferí seguir con otras personas. Allá adentro uno va pidiéndole a Dios y buscando la manera de salir lo más rápido. Todo es voluntad”.

La mayoría de los que emigran se orientan a través de las redes sociales. El grupo donde César encontró información tiene más de 172.000 miembros y a diario se piden consejos sobre cuánto dinero hay que llevar para alcanzar el sueño americano, qué previsiones de ropa considerar y qué guías son confiables. Las historias de migrantes estafados por los coyotes se repiten una y otra vez en los mensajes. También los pésames y oraciones por los desaparecidos o fallecidos.

Quijada tiene 35 años y trabajaba como chofer en Anzoátegui, en el oriente venezolano. Salió de Venezuela buscando oportunidades, pero también huyendo de la extorsión de unos policías. En el camino le ha tocado caminar por trochas (caminos informales) entre Honduras y Guatemala para ahorrarse los sobornos que llaman los salvoconductos, esto es, lo que cobran las autoridades en los puestos de control para dejar pasar a los migrantes que posiblemente más adelante serán deportados. “Aquí todo es dinero”, dice. En Panamá logró subirse a los autobuses de Naciones Unidas.

elpais.com

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