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Albanese sancionada: En el mundo “libre”, decir la verdad es el verdadero crimen

Bienvenidos a la nueva era del derecho internacional a la carta, donde los verdugos son homenajeados y quienes denuncian masacres son sancionados.

Esta semana, el gobierno de los Estados Unidos, adalid planetario de la libertad, los derechos humanos y la diplomacia con drones, ha decidido imponer sanciones a Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre los territorios palestinos ocupados, por cometer el más imperdonable de los crímenes: atreverse a decir que el genocidio es genocidio.

¿Su delito? Denunciar, con pruebas, cifras y algo tan escandaloso como el derecho internacional, que lo que ocurre en Gaza desde octubre de 2023 no es una “operación quirúrgica” ni una “respuesta desproporcionada”, sino un exterminio sistemático de civiles. Pero en el manual occidental de decencia política, denunciar un crimen de guerra es lo mismo que apoyar a los criminales. Así, Albanese ha sido acusada, faltaba más, de “apoyar a HAMAS” y de “antisemitismo” porque, claro, en este teatro global, todo aquel que condene la limpieza étnica ejecutada por “el pueblo elegido” (no se sabe bien por quien), es automáticamente sospechoso de herejía ideológica.

Albanese: Relatora o terrorista encubierta, según la CNN

Lo más patético no es solo que una funcionaria de la ONU sea sancionada por hacer su trabajo, sino que además tenga que defenderse de cargos tan sofisticados como “pensar diferente” o “mostrar empatía con los muertos equivocados”. En el nuevo orden moral, no importa cuántos niños palestinos mueran bajo los escombros: el verdadero escándalo es decirlo en voz alta.

Y mientras la maquinaria mediática etiqueta a Albanese como “controvertida”, el expresidente Donald Trump, sí, el mismo que intentó un golpe de Estado en su país, levanta sanciones a Abu Mohammad al-Golani, ex yihadista con currículum en Al-Qaeda y nuevo rostro de la “estabilidad” en Siria. Es decir: una relatora de derechos humanos que condena un genocidio es sancionada, pero un criminal de guerra con barba perfilada y traje occidental es recompensado.

Terrorismo: ¿malo? Solo si no sirve a la narrativa

Hay’at Tahrir al-Sham, brazo reciclado de Al-Qaeda, ya no es un grupo terrorista, sino un “actor pragmático”, según Londres. Mientras tanto, Albanese es una amenaza para la paz mundial porque insiste en llamar exterminio a lo que otros llaman “defensa legítima”. Porque sí, en este universo invertido, matar 40.000 palestinos es un deber sagrado, pero llorarlos en público es incitación al odio.

Y así llegamos al absurdo total: denunciar crímenes de guerra cometidos por aliados es antisemitismo. Defender el derecho a la vida de un pueblo bajo asedio es propaganda de HAMAS. Y negarse a aplaudir un genocidio es terrorismo moral.

Gaza, Líbano, Yemen, Irán: el buffet del fuego justificado

Mientras la voz de Albanese molesta, Israel sigue arrasando Gaza, bombardea Líbano, ataca Siria, castiga Yemen y amenaza irascible a Irán, todo bajo la amable mirada de los que reparten premios Nobel de la Paz y armas al mismo tiempo. No hay hipocresía. Hay coherencia imperial.

La defensa de la legalidad internacional es válida solo cuando sirve a la hegemonía occidental. Si no, es terrorismo encubierto. Los principios universales tienen fronteras, cláusulas y cláusulas adicionales. Y Albanese se saltó todas al poner sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿cuántos muertos más hacen falta para llamar a esto por su nombre?

Conclusión: la herejía de tener conciencia

La sanción a Francesca Albanese no es un error. Es un mensaje. No se persigue a Albanese por mentir, sino por no hacerlo. En este mundo, el verdadero crimen es tener conciencia en voz alta. Y si además esa conciencia osa criticar al Estado de Israel, entonces prepárate para que te llamen antisemita, aunque cites el artículo 2 del Estatuto de Roma con la misma precisión con la que ellos aprietan el botón del dron.

Porque sí: en esta tragicomedia global, los genocidios se justifican, la resistencia se criminaliza, y la compasión por las víctimas no autorizadas se convierte en motivo de sanción. Albanese pasará a la historia como la mujer que fue castigada no por lo que hizo, sino por lo que no calló.

Y eso, para el imperio, es lo más imperdonable.

Fuent HispanTV

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