Analistas, y personas que lo conocen, han dicho que el objetivo primordial de Putin es un acuerdo de paz que logre sus objetivos geopolíticos, y no necesariamente conquistar una determinada cantidad de territorio en el campo de batalla.
Durante mucho tiempo, el mandatario Vladimir Putin ha dicho que quiere reunirse con el presidente Donald Trump.
La razón de su interés es que cree que esa reunión, más que un avance en el campo de batalla, es su mejor oportunidad para asegurarse una victoria en su guerra contra Ucrania.
Los analistas que estudian a Putin, así como las personas que lo conocen, han dicho desde los primeros días de la guerra que el objetivo primordial del líder ruso es ante todo conseguir un acuerdo de paz que logre sus objetivos geopolíticos, y no necesariamente conquistar una determinada cantidad de territorio en el campo de batalla.
“Putin quiere conservar a Trump como recurso para una posible transición hacia la paz”, dijo Sergei Markov, analista político pro-Kremlin en Moscú. “Trump es necesario para lograr las condiciones de Rusia”.
Es probable que esa sea la razón por la que Putin lleva meses diciendo que quiere celebrar una cumbre.
“Probablemente sea mejor que nos reunamos”, dijo Putin sobre Trump en enero, “y, basándonos en las realidades actuales, hablemos con calma sobre todas las áreas que le interesan tanto a Estados Unidos como a Rusia”.

Trump le había comunicado a los líderes europeos su intención de reunirse con Putin y, poco después, reunirse con Putin y con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, a la vez. Sin embargo, un asesor del Kremlin dijo el jueves que Moscú no había aceptado la reunión de los tres dignatarios.
“Esa opción fue simplemente mencionada por el representante estadounidense en una conversación en el Kremlin”, declaró a la prensa Yuri Ushakov, asesor de Putin en política exterior. Dijo que Moscú “no tenía ningún comentario” sobre la idea de una cumbre de los tres mandatarios y que no se había discutido “concretamente” con Witkoff.
Horas después, Putin dijo que no se oponía a reunirse con Zelenski —una perspectiva que el dirigente ucraniano ha solicitado en repetidas ocasiones—, pero reiteró que deben cumplirse “ciertas condiciones” antes de que pueda celebrarse ese encuentro.
“Desafortunadamente, en estos momentos estamos muy lejos de esas condiciones”, dijo Putin.
Cuando un periodista le preguntó a Trump en el Despacho Oval si Putin tenía que reunirse con Zelenski en una reunión trilateral con Trump para que el mandatario estadounidense pudiera reunirse con Putin, Trump dijo: “No, no tiene que hacerlo”.
“Ucrania no tiene miedo a las reuniones y espera el mismo enfoque valiente por parte de Rusia”, dijo. “Ya es hora de que pongamos fin a la guerra. Gracias a quienes están ayudando”.
Desde que inició un acercamiento con el Kremlin en enero, el gobierno de Trump se había resistido a acordar una cumbre con Putin, buscando una señal del Kremlin de que el dirigente ruso se tomaba en serio un verdadero alto al fuego en el campo de batalla.
El repentino compromiso de la Casa Blanca de celebrar una cumbre ha suscitado dudas sobre qué acordó Putin el miércoles durante sus conversaciones en Moscú con Witkoff, si es que acordó algo.
No está claro de qué hablaron exactamente los dos hombres. Ushakov dijo a los periodistas el miércoles que Putin había transmitido ciertas “señales” a Witkoff sobre Ucrania, pero el funcionario del Kremlin no entró en detalles.

Durante meses, los enviados rusos han insistido en las conversaciones con sus homólogos estadounidenses en que Moscú recibiera la totalidad de las cuatro regiones que el Kremlin afirmó haberse “anexionado” de Ucrania a finales de 2022, aunque vastas franjas del territorio seguían bajo control ucraniano. Los negociadores estadounidenses consideraron poco razonable esa postura y la vieron como una señal de que Moscú no se tomaba en serio la negociación del fin de la guerra.
Algunos analistas sugirieron que Putin había dicho a sus enviados durante las conversaciones de este año que solo se ciñeran a la postura más dura, para forzar una reunión entre él y Trump. Es posible que los funcionarios rusos esperen que una cumbre cara a cara permita que Putin tenga la oportunidad de influir en Trump, que desde hace tiempo simpatiza con Rusia, para que vuelva a apoyar las opiniones del dirigente ruso sobre lo que él llama “las causas profundas del conflicto”.
Personas cercanas al Kremlin, así como analistas políticos, afirman que las exigencias de Putin —excluir a Ucrania de la OTAN, limitar las capacidades militares ucranianas y sentar las bases para un gobierno más favorable a Moscú en Kiev— son más cruciales para él que los detalles concretos sobre cuál es el territorio que controlará Rusia en última instancia.
“Lo más importante para Putin es la OTAN y estas garantías férreas de que Ucrania no estará en la OTAN y de que los países de la OTAN no desarrollarán una presencia militar dentro de Ucrania, además de una serie de exigencias políticas sobre la propia Ucrania”, dijo Tatiana Stanovaya, investigadora principal del Centro Carnegie de Moscú para Eurasia. Otras exigencias, añadió, podrían ser negociables.
Moscú no ha demarcado formalmente las fronteras de las cuatro regiones “anexionadas”, lo que, según Stanovaya, sugiere que siempre ha habido cierta flexibilidad en la cuestión territorial. No excluyó la posibilidad de que Rusia estuviera abierta a intercambiar ciertos territorios.
Algunos analistas creen que los terrenos controlados por Rusia en regiones de Ucrania que Moscú no se ha “anexionado” serían los más propensos a ofrecerse para el intercambio en las negociaciones. Rusia posee 1719 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano en las regiones de Járkov y Sumy —ninguna de las cuales ha sido “anexionada” por Rusia—, según DeepState, un grupo ucraniano que cartografía el conflicto utilizando imágenes de combate.
Pero Putin “no tiene un plan preparado de antemano”, dijo Stanovaya. “Vive al día. Sabe lo que quiere conseguir al final”.
En este caso, lo que el líder ruso quiere es que Ucrania deje de ser lo que él considera un “proyecto antirruso” y vuelva a la esfera de influencia de Moscú, explicó.
“Así pues, o lo consigue mediante garantías de la OTAN, es decir, garantías de Occidente, o lo consigue mediante el control político dentro de Ucrania”, dijo Stanovaya. “Una cosa o la otra, o ambas. Entonces, veremos cómo va. El territorio es muy secundario”.
Hay pocos indicios de que, a pesar de las crecientes amenazas de la Casa Blanca, Putin haya abandonado sus objetivos de línea dura.
Las fuerzas rusas tienen ventaja en el campo de batalla, por lo que la decisión de Putin de llegar a un acuerdo en lugar de intentar conquistar más regiones de Ucrania debería considerarse una concesión en sí misma, dijo Feodor Voitolovsky, director del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales, un grupo de investigación financiado por el gobierno ruso.
“Podríamos luchar un poco más, esperar unos meses más y conseguir resultados aún mayores y más serios en el campo de batalla”, dijo Voitolovsky, quien forma parte de los consejos asesores del Ministerio de Asuntos Exteriores y del Consejo de Seguridad de Rusia.
Pero aunque las fuerzas rusas han estado avanzando en Ucrania desde que lanzaron una ofensiva en verano, han sufrido pérdidas significativas y están lejos de apoderarse de la totalidad de las cuatro regiones “anexionadas”.
Stanovaya dijo que Putin preferiría la capitulación de Zelenski, bajo la presión de Trump, para que las fuerzas rusas puedan dejar de luchar. Pero la lógica del líder ruso, dijo, es “conseguiremos lo que queremos a cualquier costo”, sin importar el peaje económico o social.
“Están dispuestos a luchar durante años si es necesario”, añadió. “Por supuesto, preferirían no hacerlo”.
Maggie Haberman colaboró con reportería.
Paul Sonne es un corresponsal internacional que se enfoca en Rusia y las diversas repercusiones de la política interior y exterior del presidente Vladimir Putin, con especial atención a la guerra contra Ucrania.
Anton Troianovski es el jefe del buró en Moscú del Times. Escribe sobre Rusia, Europa del Este, el Cáucaso y Asia Central.
Fuente. The New York Times