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Oscar Arias levanta la voz por tico deportado de EEUU que murió este fin de semana

Opinión- Nada podemos hacer para devolverle la vida a Randall Gamboa, quien permaneció bajo custodia del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) de los Estados Unidos y fue deportado a Costa Rica en condiciones de salud tan precarias que nos hacen suponer que sufrió maltrato sin misericordia. Tras dos meses de agonía, lamentablemente falleció.

Lo que sí podemos hacer es alzar la voz ante el silencio cómplice del actual gobierno de Costa Rica frente a Washington. Randall ingresó ilegalmente a Estados Unidos, pero en perfecto estado físico.

Fue arrestado dos días después y trasladado a un centro de detención, donde permaneció por meses. Tiempo después, fue enviado a un hospital y finalmente deportado en un avión ambulancia. Su familia relata que llegó “en estado vegetativo”, sin poder relatar lo que le sucedió durante la detención. Han pasado casi dos meses y nuestro gobierno no ha logrado obtener explicaciones de las autoridades estadounidenses.

La familia de Randall merece la verdad y la sociedad costarricense necesita conocer qué ocurrió bajo custodia de ICE.

La política migratoria promovida por el expresidente Donald Trump encarna los peores antivalores que puede profesar cualquier política estadounidense: racismo, xenofobia y normalización del trato inhumano hacia las personas migrantes.

El caso de Randall recuerda tristemente al de Otto Warmbier, estudiante estadounidense detenido en Corea del Norte, quien también fue devuelto en estado de coma tras meses de prisión injusta y falleció días después. Nunca imaginé que los Estados Unidos, el autoproclamado “líder del mundo libre”, llegara a comportarse de manera comparable a uno de los regímenes más despóticos del planeta.

La muerte de Randall, como la de Warmbier, provoca indignación pública. Nadie deja su hogar y lo que ama para embarcarse en la amarga travesía de buscar oportunidades en otro país si no es por la falta de alternativas en su propio país.

Hoy lamentamos la deportación de un costarricense en condiciones infrahumanas hacia una nación que se jacta de ser una democracia “excepcional”, cuando su “excepcionalísimo” actual consiste en violar sistemáticamente los Derechos Humanos de nacionales y extranjeros.

No puedo guardar silencio frente a esta injusticia. No voy a callarme cuando se pone en riesgo la vida de seres humanos. He aprendido que guardar silencio o tener miedo de hablar es siempre más grave que enfrentarse a la verdad. Randall Gamboa nos recuerda que la dignidad y la vida deben ser defendidas, incluso frente a gobiernos poderosos.

Fuente. elpreriodicocr y redaccion

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