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«La obra del siglo» es ahora un pueblo fantasma en Cienfuegos

En la inacabada construcción del reactor se invirtieron 1.100 millones de dólares y trabajaron más de 10.000 obreros, ingenieros y arquitectos

Pedro Albaladejo llegó a Juraguá hace 31 años. En aquel entonces las canas no poblaban su cabellera como ahora, ni se dejaba crecer la barba más de cinco días. Era un joven fuerte, de tez tostada, que a sus 35 años se ganaba la vida como constructor.

Un día le ofrecieron hacer parte del grupo que iba a edificar «la obra del siglo» en Cuba: la central nuclear que daría electricidad al polo industrial de Cienfuegos. Cambió su rancho en Las Tunas por un albergue temporal y desde entonces vive en las cercanías de lo que los lugareños llaman la CEN, las ruinas del mastodóntico proyecto de la Central Electronuclear Nacional.

«Antes, este lugar estaba lleno de gente que venía a trabajar. Los camiones no paraban de llegar. Era otra época. La Unión Soviética nos amamantaba y aquí había esperanza en que la vida iba a mejorar», dice mientras pastorea un rebaño de cabras entre abandonados bloques de hormigón.

«Antes, este lugar estaba lleno de gente que venía a trabajar. Los camiones no paraban de llegar. Era otra época. La Unión Soviética nos amamantaba y aquí había esperanza en que la vida iba a mejorar», dice un antiguo constructor

En la construcción del reactor se invirtieron 1.100 millones de dólares y trabajaron más de 10.000 obreros, ingenieros y arquitectos. Decenas de especialistas rusos colaboraron junto a los cubanos en las obras de la Ciudad Nuclear.

Fidel Castro llegó a un acuerdo con los soviéticos en 1976 para construir dos reactores nucleares de tipo VVER-400 V316, pero el desastre nuclear de Chernobyl en 1986 ralentizó el programa nuclear ruso y el fin de los subsidios de la URSS a Cuba terminó por paralizar la obra en 1992.

Las primeras casas de la Ciudad Nuclear, urbanizada al estilo soviético, se entregaron en 1981. «Esos edificios los construímos nosotros», dice Albaladejo mientras señala un bloque de apartamentos de cinco pisos. Vacío. «Tanta gente sin casa que hay en este país y aquí han dejado sin terminar un montón de apartamentos. Eso es un crimen, chico», se lamenta.

A su alrededor están las ruinas de lo que fueron en su tiempo albergues, almacenes, oficinas, decenas de construcciones abandonadas y canibalizadas por los «picapiedras», como los lugareños llaman a la gente que se dedica a extraer bloques, cabillas y losas de las ruinas.

«¡Patria o muerte. Venceremos!, ¡Socialismo o muerte! ¡Resistir y vencer!» Las viejas consignas pintadas en los edificios y los retratos de Fidel Castro y Che Guevara se resisten al paso del tiempo. Un edificio de 18 plantas completamente abandonado y varios bloques de apartamentos sin puertas ni ventanas recuerdan a Pripyat, la ciudad nuclear que los soviéticos construyeron junto a Chernobyl y que fue evacuada y abandonada tras la explosión de un reactor el 26 de abril de 1986.

«Nadie quiere vivir aquí. Los jóvenes se van para Cienfuegos o para el extranjero porque solo hay trabajo como custodio, en el policlínico o de maestro. Casi nunca hay agua y en los edificios llueve más dentro que fuera de la cantidad de filtraciones que tienen», lamenta.

En la Ciudad Nuclear y sus inmediaciones viven cerca de 9.000 personas, de acuerdo a las últimas cifras oficiales. Después del descalabro de la central atómica, el Gobierno creó una fábrica de tabacos y promovió la agricultura como fuente de empleos.

En la Ciudad Nuclear y sus inmediaciones viven cerca de 9.000 personas, de acuerdo a las últimas cifras oficiales

«Aquí hace un tiempo el Gobierno construyó un hidropónico. Se suponía que íbamos a poder comer vegetales de ese sitio con precios bajos. Lo único que queda de la empresa es el nombre porque ni canteros ni ocho cuartos», dice Albaladejo.

Yasniel nació en la Ciudad Nuclear y nunca ha salido de su provincia. Tiene 13 años y la mirada de quien ya ha vivido mucho a pesar de su corta edad. En las tardes sale a pescar con dos amigos en el muelle. Sueña con tener su propio bote cuando sea adulto, pero los precios están por las nubes, comenta.

«El pescado lo vendo a otros pescadores, y ellos lo revenden en Cienfuegos. La verdad es que aquí no hay mucho para hacer. A veces por las noches me voy al Círculo (un centro recreativo) a oír música».

Su escuela está destrozada. Después de Irma, el último huracán que afectó a Cienfuegos, trozos de ventanas y parte de la estructura están en el suelo. «Eso [la escuela] es un desastre. No hay ni maestros», dice. Lo que un día fueron laboratorios y salones de clases, son ahora montones de escombros.

A su alrededor están las ruinas de lo que fueron en su tiempo albergues, almacenes, oficinas, decenas de construcciones abandonadas y canibalizadas por los «picapiedras», como los lugareños llaman a la gente que se dedica a extraer bloques, cabillas y losas de las ruinas.

«¡Patria o muerte. Venceremos!, ¡Socialismo o muerte! ¡Resistir y vencer!» Las viejas consignas pintadas en los edificios y los retratos de Fidel Castro y Che Guevara se resisten al paso del tiempo. Un edificio de 18 plantas completamente abandonado y varios bloques de apartamentos sin puertas ni ventanas recuerdan a Pripyat, la ciudad nuclear que los soviéticos construyeron junto a Chernobyl y que fue evacuada y abandonada tras la explosión de un reactor el 26 de abril de 1986.

«Nadie quiere vivir aquí. Los jóvenes se van para Cienfuegos o para el extranjero porque solo hay trabajo como custodio, en el policlínico o de maestro. Casi nunca hay agua y en los edificios llueve más dentro que fuera de la cantidad de filtraciones que tienen», lamenta.

En la Ciudad Nuclear y sus inmediaciones viven cerca de 9.000 personas, de acuerdo a las últimas cifras oficiales. Después del descalabro de la central atómica, el Gobierno creó una fábrica de tabacos y promovió la agricultura como fuente de empleos.

En la Ciudad Nuclear y sus inmediaciones viven cerca de 9.000 personas, de acuerdo a las últimas cifras oficiales

«Aquí hace un tiempo el Gobierno construyó un hidropónico. Se suponía que íbamos a poder comer vegetales de ese sitio con precios bajos. Lo único que queda de la empresa es el nombre porque ni canteros ni ocho cuartos», dice Albaladejo.

Yasniel nació en la Ciudad Nuclear y nunca ha salido de su provincia. Tiene 13 años y la mirada de quien ya ha vivido mucho a pesar de su corta edad. En las tardes sale a pescar con dos amigos en el muelle. Sueña con tener su propio bote cuando sea adulto, pero los precios están por las nubes, comenta.

«El pescado lo vendo a otros pescadores, y ellos lo revenden en Cienfuegos. La verdad es que aquí no hay mucho para hacer. A veces por las noches me voy al Círculo (un centro recreativo) a oír música».

Su escuela está destrozada. Después de Irma, el último huracán que afectó a Cienfuegos, trozos de ventanas y parte de la estructura están en el suelo. «Eso [la escuela] es un desastre. No hay ni maestros», dice. Lo que un día fueron laboratorios y salones de clases, son ahora montones de escombros.

Tomado de 14yMedio.com

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